Recursos Catequesis 30º Domingo Tiempo Ordinario Ciclo A


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Foto: Domingo 26 de Octubre – 30° del T. Ordinario – Ciclo A

Mateo 22, 34-40: Amarás a Dios con toda tu alma, y al prójimo como a ti mismo  

El amor es la base del cristianismo y es la esencia de Dios. Todas las enseñanzas cristianas están basadas en el amor.

Pero, ¿se puede mandar el amor?, se pregunta Benedicto XVI. Sí, el amor puede ser un imperativo divino, porque Dios nos da la capacidad de amar, haciéndonos parecidos a Él.

 El mandamiento, por tanto, no es un imperativo externo o coactivo, sino la expresión de una capacidad que Dios ha puesto en nuestro corazón y que, cuando se ejercita, hace al hombre feliz. 

El hombre está hecho para amar, no puede vivir sin amor, «su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente» (Juan Pablo II). 

Cuando Dios nos manda amar, nos está diciendo cuál es la capacidad del hombre, su vocación más profunda, la meta a la que debe aspirar continuamente. Este amor tiene un solo origen, Dios, que es amor. Y se bifurca en doble dirección: amor a Dios y amor al prójimo, pero brotando del mismo corazón. 

Jesucristo revalida en su Evangelio los mandamientos de la Antigua Alianza, haciendo consistir la Ley entera y los profetas precisamente en el mandamiento del amor, que Él ha llevado a plenitud. 

Al mandamiento principal y primero, el del amor a Dios, se une el segundo que es semejante a él, el del amor al prójimo. Es imposible amar, como ha amado Jesús, si ese amor no brota de Dios. Y si no amas a tu prójimo a quien ves, es mentira que ames a Dios a quien no ves.

 La autenticidad del amor a Dios se verifica continuamente en el amor al prójimo en sus múltiples necesidades, espirituales y corporales

Foto: Domingo 26 de Octubre – 30° del T. Ordinario – Ciclo A

Lecturas:
Éxodo 22, 20-26: Si ustedes maltratan a viudas o a huérfanos, ellos gritan a mí y yo los escucharé

Salmo Responsorial 17, 2-4.47.51: Yo te amo, Señor, Tú eres mi fortaleza  

1 Tesalonicenses 1, 5c-10: Abandonen los ídolos y sirvan al Dios vivo y verdadero
   
Mateo 22, 34-40: Amarás a Dios con toda tu alma, y al prójimo como a ti mismo



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