Las virtudes humanas son
actitudes firmes, disposiciones estables, perfecciones habituales del
entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros actos, ordenan
nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la razón y la fe.
Proporcionan facilidad, dominio y gozo para llevar una vida moralmente
buena. El hombre virtuoso es el que practica libremente el bien.
Cuatro
virtudes desempeñan un papel fundamental en la persona. Por eso se las
llama “cardinales”; todas las demás virtudes se agrupan en torno a
ellas. Estas cuatro son: la prudencia, la justicia, la fortaleza y la
templanza.
La prudencia:
es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda
circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para
realizarlo.
La justicia: es la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido.
La fortaleza:
es la virtud moral que asegura en las dificultades la firmeza y la
constancia en la búsqueda del bien. Reafirma la resolución de resistir a
las tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral.
La templanza:
es la virtud moral que modera la atracción de los placeres y procura el
equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la
voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la
honestidad.
Fuente: Catecismo de la Iglesia Católica.
Fuente: dibujosparacatequesis