Palabras cruzadas del 4to. Domingo de Cuaresma-Ciclo B





LOS CAMINOS DE DIOS - Por Ángel Gómez Escorial

Es muy clara la primera lectura de hoy para determinar que, muchas veces, los planes de Dios no coinciden con los del género humano. Por el contrario, muchos de nosotros, alguna vez, hemos intentado que Dios se ponga de nuestra parte y que nos ayude a sacar adelante cuestiones que, probablemente, no tienen la idoneidad que el Señor busca para nosotros. Y así en el Segundo Libro de las Crónicas se habla con un rey extranjero, Ciro será el elegido para reconstruir el Templo de Jerusalén y dar nuevos bríos al culto que el Dios quiere. Las continuas traiciones del pueblo de Israel crean esa nueva situación. Es posible que muchos judíos, incluso de buena voluntad, no entendiesen ese giro que el Señor estaba dando a la historia, les parecería inconcebible por sentirse pueblo elegido de Dios.

Si contemplamos, asimismo, la posición de Jesús de Nazaret frente a la religión oficial de saduceos, fariseos, senadores y doctores de la ley vemos que la cuestión es parecida. Jesús se opone a sus prácticas monopolistas, a la institucionalización negativa de la religión a favor de unos intereses concretos que están en contra de los mandatos de Dios y en contra, también, de lo que anhela el pueblo. El resultado será que tras la muerte y resurrección de Cristo Jesús el pueblo elegido será otro. Este se conformará en torno a la Iglesia naciente que es esposa de Cristo y albergue de todos los que –con palabras de Jesús— comienzan a llamar a Dios, Abba (papaíto). La revelación de Jesús sobre el Padre modifica la concepción de Dios que los hombres tenían. No su realidad intrínseca, porque Jesús viene a mostrar la verdadera cara de Dios Padre, la misma de siempre, pero que los humanos habían modificado en función de sus intereses.

Y si la primera lectura marca un horizonte de gran importancia respecto al conocimiento de Dios, es Pablo de Tarso en su carta a los Efesios quien contribuye con otro aspecto capital para el cristiano. Es el renacer a la nueva vida por efecto de la gracia de Jesucristo. Se muere al pecado para resucitar a una vida más limpia, más entregada, más luminosa. El bautismo es nuestra entrada en la gracia de Jesucristo, pero el seguimiento del Maestro produce de manera sensible y consciente los beneficios que San Pablo nos cuenta. Las palabras del apóstol de los gentiles dan idea de una nueva creación, de una nueva naturaleza del género humano gracias al sacrificio de Cristo. Y si recapacitamos un poco en ello veremos que hay pruebas objetivas en nosotros mismos de esa renacer a una nueva vida. Quien ha descubierto el camino se seguimiento de Jesús se siente transformado, renacido. Los viejos tiempos ya no cuentan y una nueva vida se abre ante los ojos de los creyentes.

El Evangelio de Juan nos habla de una charla de Jesús con Nicodemo. Aparece en escena este personaje singular, miembro del Sanedrín, convertido a Cristo y que fue, junto con José de Arimatea, quien fue a pedir al Gobernador Pilato el cuerpo de Jesús, ya muerto. La escena que hemos escuchado debe ser de los primeros momentos en los que Nicodemo se acercaba a Jesús y lo visitaba por la noche para no ser visto. Después, y ante su muerte y con la dispersión de los discípulos más cercanos, sería él quien diera la cara ante las autoridades, lo cual, sin duda, fue un peligro para él.

La catequesis que Jesús despliega ante Nicodemo es la del hombre nuevo. La de renacer a una vida de luz, alejada de la tiniebla. Pero el Salvador enseña a Nicodemo que el episodio de la Cruz es necesario y que forma parte de una realidad salvadora como lo fue la serpiente de bronce que Moisés se construyó para salvar al pueblo errante en el desierto de las mordeduras venenosas de las serpientes. Una vez elevado en la Cruz, una simple mirada servirá para salvarse. Y es cierto –nadie lo puede negar— que una mirada angustiada dirigida a un crucifijo ha traído la salvación y la paz a muchos a lo largo de más de dos mil años de historia. La profecía de Jesús sigue funcionando. No sabemos lo que Nicodemo dijo a Jesús. Tal vez, le recomendaba moderación y paciencia frente a sus enemigos del Templo y del Sanedrín. Sería el consejo lógico de alguien de tanta altura. Sin embargo, Jesús, una vez más, y como ocurrió con Pedro, no acepta variación alguna en su misión. Y explica que es necesario el sacrificio de la Cruz para que sus hermanos no mueran por las picaduras venenosas del Mal.

Hemos recorrido ya más de la mitad del camino de la Cuaresma. Tras el próximo domingo, el Quinto, ya llegaremos al inicio de la Semana Santa con el Domingo de Ramos. Este tiempo de preparación debe dar sus frutos y, además, hemos de considerar que siempre estamos a tiempo. Tal vez, deberíamos mirar a este Jesús que está subido en lo alto de la Cruz para salvarnos. Siempre hay un momento de quietud para “enfrentarse” a la mirada de un crucifijo que nos espera. Y ello dará elementos para seguir el camino o reiniciarse en una vida más limpia y de mayor servicio a los hermanos. No debemos desdibujar la esencia de la cuaresma que no es otra cosa que tiempo de reconocimiento de que Dios nos busca y nos quiere. Y que por eso mandó al mundo a su Hijo Único. Según los plazos se van terminando es bueno reflexionar sobre el tiempo que nos queda: Dios nos espera a la vera del camino. Siempre está disponible.